ATLANTICO SUR 1953

Iniciado por GAE_Castor, 03 de Junio de 2011, 08:49:31 AM

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GAE_Popeye

#30
Acantilados de Dover, Inglaterra, 11 de Agosto de 1953, 11.00hs GMT



  El calor de la mañana era templado por la suave brisa marina que llegaba montada sobre las aguas del Canal de la Mancha. A sus pies, erguida casi vertical, la blanca muralla anunciaba el fin de la extensión de la verde campiña inglesa, de cara a la vieja Europa continental.

  Unos lirios celestes, a su alrededor, coloreaban el paisaje, recorrido en las alturas por nubarrones plomizos, que, escondiendo por momentos al sol, anunciaban la inestable climatología británica, todo el tiempo. Aquel país y su gente eran hermosos, lástima grande le daba el accionar de sus políticos mezquinos.

  Sus pensamientos derivaron en Caroline, arrasando la imagen de su mirada, sus entrañas, con un hormigueo que no sentía desde su adolescencia, mucho antes de ser marino, para divagar luego y ser poseído su pensar por el espíritu de algún piloto de Hurricane o Spitfire, caído y condenado a volar eternamente sobre aquella costa, en perenne custodia de su Patria? ?one of the Few? Never so few?; luego ello hizo que pensara en los hombres del GAE, defendiendo unas islas y mares propios, sólo para volver a entregarlos al usurpador, y luego descendió a las miserias humanas de su trabajo.

  Casi no escuchó el ronroneo del Bentley que se acercaba, hasta detenerse junto a su propio coche. El soviético se le acercó a paso lento, quizás comenzando a sintonizar la psique de Peralta.

-¡Hola, Carlos! Me alegra verlo y aunque se que no va a creerme, mis palabras son sinceras.

-Buen día? ¿Va a decirme su verdadero nombre alguna vez?

-Vine a ello.

  El marino lo miró inquieto.

-Ya es hora. Ya hemos terminado lo que fuimos a hacer a su territorio austral.

-¿Cómo que ya?? ¿Terminar qué?

  El soviético se quejó por el esfuerzo de sentarse sobre el suelo, a su lado y miró el mar.

-Sabe que la racionalidad humana ha ido en aumento con el devenir de los siglos. Ya, un estado, no envía a sus ciudadanos a morir porque sí, sin una razón estratégica? razón al fin.

-Créame que no estoy tan seguro, pero dígame: ¿De qué habla? ¿Cuál es su razón? Es decir, la de la URSS?

-Carlos? Carlos? ay Carlos. Hemos pagado un alto precio por ir a buscar al sur, algo que se nos perdió. Pero lo hemos encontrado. Después de sostener tamaño despliegue, lo hemos encontrado y ya está de regreso en la URSS. No me pregunte qué es. Ustedes nos han hecho mucho daño, pero el precio es aceptable. Sin embargo, viéndolo desde otro ángulo, en la URSS ?usted ya debería saberlo-, el equilibrio es imposible y ahora alguien, muchos, deberán pagar con su vida precisamente para justificar el enorme costo en vidas y bienes, que este esfuerzo bélico nos ha causado. Un sacrificio por otro sacrificio.

-Creo entender algo. Se que son tiempos de cambio? Stalin? Beria? Entiendo por lo que dice, que ustedes, después de todo, no fueron a proteger su flota pesquera, ni a vaciarle un ojo a Gran Bretaña, por lo que la OTAN les hizo en Letonia. ¿Es así?

-Es así. La verdadera razón es algo que yo llevaré a mi tumba y que, por su bien, usted no debe saber. Lo que quiero decirle, amigo, es que parte de mi trabajo es pagar con mi propia vida, el precio de lo que ayude a solucionar. En la URSS siempre hay un culpable. El éxito mismo es peligroso. Si usted es demasiado exitoso en el cumplimiento del deber para con el Estado y el Partido, entonces, se expone a morir, como lo hará si fracasa rotundamente.

-Los extremos se juntan.

-Así es.

-Si todos fueran como usted?

-¿Soldados? Hay más como yo y siempre los habrá. Yo soy un peón más. Pero quizás haya pasado demasiado tiempo en Occidente, porque me creo con autoridad suficiente para juzgar que ya he dado todo lo que un hombre puede ofrendar a su Patria, salvo la vida. Y ésta, en unas horas, me será reclamada por gente que en realidad, no representa el sentir de mi pueblo. Por lo tanto, no estoy dispuesto a aceptar el precio.

-No estará usted intentando decirme?

-Es el final del camino para mi, ya está. Un espía no se jubila. Muere. Yo morí muchas veces en vida, ahora quiero un poco de paz en la tierra, para purgar mi conciencia. Esto será muy difícil para usted, de modo que voy a facilitarle las cosas? porque usted ?a diferencia mía- todavía es un buen hombre y además, porque preferiría morir de verdad, antes que servir al Reino Unido y eso es algo que yo comparto jaja.

-Dígame.

-Usted va a sacarme de aquí como sea, y además hará otra cosa más loca por mi: va a procurarme una cabaña en algún desolado rincón de su extensa Patagonia. Allí no irán a buscarme y yo me contentaré con la compañía del viento, Tchaikovsky, Tolstoi y un escritor cuya vida he ayudado a arruinar y del cual poseo algunas obras? Aleksandr Solzhenitsyn.

  Peralta lo miró azorado.

-Creo que esto será de utilidad para su gobierno, por más inestable e incierto que sea el futuro de su nación ?replicó el soviético, mientras extendía un sobre papel madera muy gordo-.

  Peralta no se inmutó.

-Tómelo, hágalo. El señor Richter no los llevó a ninguna parte, esto quizás, si lo saben aprovechar, sí ?y sonrió-. Después de todo, el saber y la ciencia no tienen fronteras ni ideologías y? tarde o temprano les llegará, mejor temprano que tarde.

  Peralta miró el sobre, sin siquiera animarse a abrirlo, titubeó y luego miró al ruso.

-Entenderá que hay que arreglar detalles?

-Tengo 12 horas.

-Haré mi mayor esfuerzo?

-Mikhail. Mikhail Dassayev, coronel del GRU.

  Ambos se levantaron y se dieron la mano,  mirándose a los ojos un par de segundos, luego Peralta giro sobre sus talones y? Caroline Stansfield apareció ante sus ojos, tan cerca como para aspirar su perfume?


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#31
Southampton, Reino Unido, 12 horas después.

  La neblina envolvía con su manto de impunidad, aquella silueta, que, entre los navíos amarrados, se asemejaba a uno más de la Royal Navy.

  Sin embargo, cualquiera que se acercara, leería ?S-1?. El grupo se detuvo ante la planchada que descendía al vetusto ARA Santa Fe y su baja figura. Nadie más los hubiese visto, ya que la cubierta, como los muelles, estaban desiertos.

-Y bien, amigo ?sonrió Peralta- espero que no sufra de claustrofobia. Cuesta un poco, pero se acostumbrará. De cualquier forma, una lata de sardinas es más acogedora que el Gulag ¿no?

  Ambos rieron.

-Ojalá su gobierno? sus gobiernos, lo sepan aprovechar... temo por la estabilidad de sus democracias. Toda la historia latinoamericana es una revolución, diría Nietzsche. He sido un asesino, hoy me tildarán de traidor y mi medalla sería un plomito de Makarov en mi nuca, pero soy un marxista convencido. Tómelo como una contribución a la lucha contra la dominación imperialista yanky.

-Dígame, ¿cómo hicieron para pasar esos 2 portaaviones desde el Báltico al Artico?

-Los disfrazamos de petroleros, con chapa y madera. Una misma noche, a intervalos de tiempo regulares, poca visibilidad, los observadores daneses de Skagerrak creyeron que era uno solo y no pasó a mayores. Después de todo, nuestra marina mercante está en expansión.

-Ingeniosos.

-No tanto. Luego, algunos de los que intervinieron en aquella operación sufrieron súbitos ataques de apendicitis o descompensaciones, de cuyas cirugías nunca se recobraron, ya sabe?

-¿Qué se?

-Mi hijo menor era uno de ellos.

   Peralta esquivó la mirada del ruso.

-Se hace tarde, conserve el plano que le di, no hable con nadie, aprenda a ser argentino sin esmerarse demasiado. Y? que encuentre la paz que busca.

-¿Qué va a ser de usted, joven?

  Peralta miró el horizonte y luego se volvió hacia el ruso.

-Hasta hace un par de meses pensaba en pedir la baja, porque la muerte dormía a mi lado de noche y caminaba tras mis pasos todo el día. Pensaba que me estaba volviendo loco. Pero? en uniforme pensaba que tenía un prestigio y una carrera, una razón de ser. Sin él, no soy nadie.

-¿Y ahora?

-Ahora la tengo a ella y he salvado unas cuantas vidas. Creo que con un pequeño capital que tengo volveré a casa y montaré una pequeña empresa pesquera o terminaré mis estudios de arquitectura naval para sacarles rédito.

-Hace usted muy bien. Cuídela?

-¡Oiga! ¿Por qué siempre me habla de ella como si??

-¿Cómo si supiera tanto?

-Sí.

-Su madre era una adorable bailarina rusa. El esposo, un ?blanco?. Fue fusilado en Kronstadt. La bailarina se asiló en la embajada británica, arribando a las pocas semanas a Dover. Luego, cierto día,  conoció a un aviador inglés y se casaron. Ella quedó embarazada. La niña nació en 1930, se llamó Caroline y allí la tiene. Un día de 1941, el padre se subió a un Halifax, nunca regresó de una incursión en Francia.

  Peralta palideció.

-Vaya, hijo ?lo palmeó en los hombros-, vaya, forme su hogar y aléjese de esta cerdada.

  Se dieron un abrazo y el ruso caminó por la crujiente planchada metálica. Del otro lado, un Teniente de navío lo ayudó con su petate. Se volvió y agitando su mano derecha, sonrió.

-Espero que tengas una buena explicación para todo esto, Darling.

  Él se volvió, sobresaltado ante la súbita aparición y temeroso de lo que sus facciones le revelaran.

-Vámonos de aquí.

-¿A dónde? ?rió ella.

  Él la abrazó.

-¿No te gustaría volver a bailar?

-Eso ya no es posible? ya estoy fuera de?

  La detuvo y la aferró por la cintura.

-¿Fuera de qué? Estamos vivos. En este mundo es más fácil morir que vivir. Nosotros tenemos todo para ser felices.

  Ella lo miró con ojos radiantes.

-¿Y qué significa esto?

-¿Te casarías conmigo?

  Con movimiento lento, casi imperceptible, ella se acercó hasta mezclar su aliento y lo besó largamente.





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#32
Reunión de urgencia del Politburó, Moscú, URSS, 21 de Agosto de 1953.

  Otra vez, la urgencia imposibilitó un temario y conocer de antemano las posiciones de cada protagonista. Pero si hacía falta algo más para crear un ambiente tenso, fue la presencia del efe del GRU, en la reunión.

-Y bien, camaradas ?comenzó el Secretario General del Partido-, la información confirmada permite tener por cierto que los objetivos de la campaña se cumplieron. El esfuerzo logístico permitió, al límite, conseguir lo que buscábamos. Sí, los británicos han sufrido un duro revés y entre otras cosas, señores, hay petróleo.

-Tenemos un estado de queja generalizado en los mandos de la armada. Las pérdidas son cuantiosas ?intervino el ministro de Defensa-, conviene disimular las repercusiones que va a traer este vacío en la flota. Habría que agilizar algunos programas de sistemas de armas en etapa final de producción.

  Súbitamente terció el GRU.

-Aquí se está eludiendo la cuestión fundamental y que es saber quienes son los responsables de que se hayan producido tantas bajas, hay que eliminar a los comandantes de la flota del Norte, del Báltico y del?

-Disculpe, camarada ?intervino el Ministro de Energía- la operación fue brillante, no hay motivo para ?reemplazar? a nadie ni mucho menos emplear sus métodos de depuración.

-¿Cómo se atreve?? ?musitó el Jefe de Inteligencia, pálido de sorpresa-.

-Sí, es verdad, camarada, vamos a prescindir de su amable contribución a solucionar los problemas por esta vez ?respaldó el Secretario General-, no le molestará ¿verdad? No, no, seguro que lo entenderá. Prosigan. ¿Las pérdidas?

- El Poltava y el Kunersdorff  han salido de la zona de combate, el segundo con daños de propulsión y una leve escora, están a mitad de camino de Vladivostok, ya no serán un secreto para nadie, pero de todos modos, son latones viejos, a lo sumo los podremos mantener en servicio unos años más. ?Concluyó Defensa-.

-¿La flota submarina?

-Perdimos doce submarinos. La mitad son veteranos de la Gran Guerra Patriótica o anteriores a 1950. Tenemos una veintena de averiados de distinta consideración, en parte por las condiciones climáticas y la prolongada navegación? En total es? sí, es un tercio de nuestra flota submarina.

  Varios murmuraron. Defensa bajó la mirada a sus notas, carraspeó y continuó:

-Tres cruceros y cinco destructores hundidos, quince navíos de ese tipo averiados de distinta consideración por daños de combate y los mismos factores climáticos? es increíble la violencia de esas aguas, el óxido acumulado, señores, les aseguro, tiende a exagerar un poco el estado real de deterioro, son reparables.

-El tiempo, Pasha, el tiempo, el resto lo leeremos detenidamente de su informe ?instó el Secretario General.

-Promedio de tres meses en diques secos para reparar todo lo averiado.

-Y ahora, las pérdidas de ellos? ¿Hay algo significativo que mencionar?

-Principalmente, lo más valioso es la cantidad de información sobre sus tácticas. Desde la Gran Guerra Patriótica no habíamos tenido oportunidad de comprobar las reales capacidades de los británicos y americanos. Corea, saben, no fue un escenario que reflejara las reales dimensiones del poder naval aliado, porque no tuvieron un contrincante que se lanzara masivamente a hacerles frente en el mar.

  Varios asintieron.

-Tuvieron una docena de buques averiados de distinta consideración por los mismos factores. Tuvieron pérdidas numerosas de material aéreo, principalmente y de personal altamente calificado. Tardarán años en reemplazar a sus combatientes caídos. Observamos que el poder aeronaval fue la mayor sorpresa. Dentro de esas capacidades, la guerra antisubmarina está incrementando su importancia. Es nuestro único punto débil: la aviación naval. Pero lo es porque ellos probaron ser demasiado buenos? desconocíamos que El Reino Unido tuviese tan buena preparación en su aviación embarcada. Sabemos que han recibido el apoyo de terceros países de la región, pero? no cabe dudas que es insignificante.

-Yo no daría nada por sentado ?comentó el Ministro del interior- , en Letonia seguimos encontrando claros indicios de la participación de ese grupo argentino que sin duda tiene estructura propia, por más que sus aviones sean prestados? es? el ?GAE?, así le llaman. No es casual lo que hemos visto suceder en Corea ni en Palembang. Tenemos que ocuparnos en desarticular esa unidad mercenaria, ¡sin demora!

-Sí?

  Silencio.

-¿Y el sr. Dassayev? ?Interrumpió el Secretario General-.

-Lo tienen asilado en la Patagonia Argentina. Nos estamos ocupando de ello, como en su momento hicimos lo propio con el señor Trotsky ?intervino el GRU, nuevamente.

  En silencio, para su interior, ninguno de los presentes dudó de que, sin duda, se "ocuparía".


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#33
Ruta Nacional nº 3, Santa Cruz, Argentina, 23.08.1953, 10.00hs

  El Bedford iba sarandeando su chasis jaula vacío por la ruta de ripio, en el medio del desierto patagónico y don Jacinto Ulloa Guzman ?un chileno radicado en el lado argentino, criador de ovejas-, chupaba su pipa y tamborileaba sobre el volante, para matar el aburrimiento. En eso vio a los hombres a la vera del camino y se detuvo.

  Todo el aspecto de extranjeros no bastaron para sorprenderlo, sino sus vestimentas: unos overoles militares verdes, con bolsillos y parches. Uno se acercó:

-Good morning, siñorr. ¿Nos pouede alcanzarr hasta el próximo poblado? ?preguntó el que parecía de más rango-.

  Don Jacinto los volvió a mirar de arriba a abajo y después de unos segundos, asintió.

-Bueno m?hijo, súbase atrás y deje la puerta cerrada, deje.

  Por el retrovisor observó con pícara sonrisa cómo los extranjeros se subían a la jaula y avanzaban sobre el piso cubierto de estiércol de oveja, hasta que se sujetaron del frente del acoplado. Entonces arrancó.

  Tomó velocidad y a los dos o tres minutos, clavó los frenos. Observando que los pasajeros trastabillaban. Simuló esquivar un bache y aceleró a fondo. Luego de repetir la maniobra dos veces en unos minutos, complacido vio como en un acelerón los extranjeros volaban hacia atrás, barriendo el piso con sus uniformes y golpeó el volante a pura risa. Luego volvió a repetir la maniobra, rodando de ida y vuelta los visitantes, cada vez más marrones, hasta llegar a Santa Cruz, a la hora.

  Se introdujo en la base aérea y detuvo la marcha en la garita de guardia. Un cabo de la Fuerza Aérea Argentina se le acercó.

-¡Buen día, jefe! ?saludó. Acá le traigo unos gringos pa?que se divierta un rato. Eso sí, vienen un poco sucios los mocitos, vienen. ?Y agitó la cabeza hacia el costado, señalando la jaula.

  El cabo descolgó su Thompson del hombro y avanzó, al tiempo que los ingleses descendieron de la caja del camión, completamente cubiertos de estiércol, hasta el cabello.

-¡Identifíquense! ?ordenó el argentino.

-Lieutenant John Davis, Royal Air Force, 1829392.

-Leitenant Andrew Morell, Royal Air Force, 1828789.

-Marchen con las manos sobre la cabeza, en esa dirección, ¡vamos, vamos!

  Los tres pasaron junto a don Jacinto, apoyado sobre el codo en la ventanilla del Bedford, aún en marcha. El argentino hizo una mueca y sonrió.

-Bueno, poh, déales una ducha bien caliente a estos gringos, qui parece qui les cayó mal el viajecito, ¿cachay? ¡habrase visto, venir a meterse por estos pagos! Entre estos y los que vienen a pescar, nos van a dejar sin na?.

  A doscientos metros, en un hangar, boca abajo sobre el suelo, con las manos atadas en la espalda, yacían una docena de soviéticos y otro piloto británico. Los invitados se les unieron, sin bañar.


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#34
Puerto Belgrano, 27 de Agosto de 1953, 13.00hs local.

  A la izquierda, en el horizonte, Arroyo Pareja, donde varios puntaltenses pescaban despreocupadamente ese fin de semana; al frente y a lo lejos, las islas del canal y sobre sus cabezas, capas de nubes delgadas y alargadas, que teñían el cielo de un gris amarillento y contagiaban su tonalidad al agua. Suave brisa, sonido de algunas gaviotas y mucha quietud. Tanta violencia desatada, tantas horas de vuelo, vidas perdidas, gritos, explosiones? para obtener esta recompensa: volver a ?casa?, en busca de algo de paz entre los eucaliptos de Puerto Belgrano.

  Una palmada en su hombro izquierdo sacó a Popeye de sus pensamientos.

-¿Qué pasa? ?preguntó Charrua. No me va a decir que está triste de volver a casa? ¿Qué tendría que decir yo, que la veo en fotos de cuando en vez? ?Y rió.

-No es eso, Jefe. Siempre nos toca sentir este vacío en algún lugar perdido del mundo, pero esta vez es en nuestra tierra. Hicimos tanto, y ni siquiera sabemos para qué, para quien, por qué? ¿Qué ganamos? ¿Ganamos?

  El Teniente de Navío apuntó con su mirada al mismo lugar que el guardiamarina y pensó un instante.

-La respuesta precisa, no la tengo. Pero, a lo largo de estos años, le diré, hay dos cosas buenas que sin dudar he sentido cada vez que volví a este lugar, alejado de mi hogar, por cierto.

-¿Cuáles?

-La alegría de volver con todos ustedes vivos, sin tener que lamentar la muerte de ningún miembro del GAE? y la otra es esa extraña sensación, un poco malsana quizás, de sentir que sigo volando, volando con anclas en las alas. Esas son las dos cosas que me mantiene en estas filas. Mis camaradas y mi vocación.

  La voz de Balker interrumpió sus reflexiones.

-Gente, la planchada está tendida, vamos, ¿o quieren quedarse a limpiar la cubierta de vuelo? Como prefieran?

  Emprendieron la caminata, cerrando una fila tras el líder, sin decir una palabra, con sus mochilas al hombro del overol diario. Eran pocos, pero los de siempre y en una sola pieza.

  Abajo, en la dársena, al pie de la planchada, un grupo de oficiales superiores, que se distinguían por sus sobretodos azules y gorras blancas, encabezados por el COAN, Almirante Lombardi, los esperaba para saludarlos y uno a uno les fue dando la mano al pasar.

  Fido asomaba sus patas delanteras y su cabeza sobre la parte superior de la mochila y, como acostumbrado polizón, se ocultó a tiempo para evadir las miradas curiosas de la comitiva.

  El almirante los vio alejarse en silencio a paso lento, en dirección al Arsenal, dejando atrás otra campaña exitosa.

FIN


Vista del canal de acceso a Puerto Belgrano, desde Balneario Arroyo Pareja, Punta Alta.


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