Los lazos de amistad entre enemigos

Iniciado por GAE_Falcon, 11 de Marzo de 2013, 11:35:02 AM

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Una excelente nota de John Blake para CNN sobre los lazos de amistad que a veces unen a los enemigos.

DOS ENEMIGOS DESCUBREN UN "LLAMADO SUPERIOR" EN BATALLA

El piloto echó un vistazo fuera de su cabina y se congeló. Él parpadeó y miró de nuevo, esperando que fuera sólo un espejismo. Sin embargo, su co-piloto se quedó mirando la misma horrible visión.
"Dios mío, esto es una pesadilla", dijo el co-piloto.
"Él nos va a destruir", coincidió el piloto.
Los hombres estaban mirando un caza alemán Messerschmitt gris asomando apenas a tres pies de su ala. Fue cinco días antes de Navidad de 1943, y el caza se había cerrado sobre su destruido bombardero americano B-17 para rematarlo.
El piloto de B-17, Charles Brown, era un joven de 21 años de edad de West Virginia, un chico de granja en su primera misión de combate. Su bombardero estaba hecho pedazos por los disparos recibidos de un enjambre de cazas y volaba solo en los cielos de Alemania. La mitad de su tripulación había resultado herida, y el artillero de cola estaba muerto, su sangre congelada formaba carámbanos sobre las ametralladoras.
Pero cuando Brown y su copiloto, Spencer "Pinky" Luke, miraron de nuevo al piloto del caza, algo extraño sucedió. El alemán no apretó el gatillo. En su lugar, asintió con la cabeza a Brown. Lo que sucedió después fue uno de los actos más notables de caballerosidad registrados durante la Segunda Guerra Mundial. Años más tarde, Brown rastrearía a su posible verdugo para una reunión que reduciría a ambos hombres a las lágrimas.

Viviendo por el código

A la gente le encanta oír historias sobre grandes generales o tropas de élite como el Seal Team 6, la unidad de la Armada que mató a Osama bin Laden. Pero hay otro aspecto de la guerra que rara vez es explorado: ¿Por qué algunos soldados arriesgan sus vidas para salvar a sus enemigos y, en algunos casos, desarrollar un profundo vínculo con ellos que sobrevive a la guerra? ¿Y son estos actos de caballerosidad obsoletos en una época de ataques aéreos y de terrorismo?
Ese es el tipo de preguntas que la historia de Brown plantea. Su encuentro con el piloto de caza alemán está muy bien contada en el best seller del New York Times, "A Call Superior" (Una llamada superior). El libro explica cómo ese encuentro aéreo repercutió en la vida de ambos hombres durante más de 50 años.
"La guerra les dejó en estado de agitación", dice Adam Makos, quien escribió el libro junto con Larry Alexander. "Cuando se encontraron el uno al otro, encontraron la paz".
Su historia es extraordinaria, pero no es única. Tropas de la Unión y de la Confederación arriesgaron sus vidas para ayudarse unas a otras durante la Guerra Civil. Las tropas británicas y alemanas se juntaron para reuniones en la posguerra, y algunos de ellos incluso vacacionaron juntos después de la Segunda Guerra Mundial. Un famoso general estadounidense viajó a Vietnam para conocer al hombre que casi acabó con su batallón, y los dos hombres se abrazaron y rezaron juntos.
¿Qué es este lazo que surge entre enemigos durante y después de la batalla?
Se llama código del guerrero, dicen los soldados y académicos militares. Aparece en culturas tan diversas como la de los vikingos, los Samurai, los romanos y los nativos americanos, dice Shannon E. French, autora del libro "Código del Guerrero".
El código está diseñado para proteger el vencedor, así como a los vencidos, afirma French.
"La gente piensa en las reglas de la guerra principalmente como una forma de proteger a los civiles inocentes de que sean víctimas de atrocidades", dice ella. "En un sentido mucho más profundo, las reglas están ahí para proteger a las personas que hacen la lucha real".
El código está diseñado para evitar que los soldados se conviertan en monstruos. La carnicería de civiles, la tortura de prisioneros, profanar los cuerpos de los enemigos, son comportamientos del campo de batalla que erosionan la humanidad de un soldado, afirma French.
El código es tan antiguo como la civilización misma. En el poema épico de Homero, "La Ilíada", el héroe griego Aquiles rompe el código cuando su sed de venganza lo lleva a profanar el cuerpo de su enemigo muerto, el héroe troyano Héctor.
La mayoría de las culturas guerreras comparten una creencia, dice French:
"Hay algo peor que la muerte, y una de esas cosas es perder completamente la humanidad". El código sigue siendo necesario hoy en día, dice.
Miles de soldados estadounidenses que regresan de las guerras en Irak y Afganistán están luchando con el trastorno del estrés post-traumático. Algunos han visto, y han hecho, cosas que son incomprensibles.
Un estudio de los veteranos de Vietnam mostró que aquellos que se sentían como si hubieran participado en conductas deshonrosas durante la guerra o vieron a los vietnamitas como seres infrahumanos, habían experimentado más desorden de estrés postraumático, afirma la escritora.
Los drones representan una nueva amenaza para la humanidad de los soldados, dice French.
El Pentágono anunció recientemente que otorgará la nueva Medalla por Servicios Distinguidos a los soldados que operan aviones no tripulados y que lanzan ciberataques. La medalla se ubicaría por encima de la Estrella de Bronce y el Corazón Púrpura, dos medallas ganadas en combate.
Al menos 17.000 personas han firmado una petición on line en protesta por esta medalla. La petición dice que la concesión de medallas a los soldados que hacen la guerra por control remoto es una "injusticia" para con aquellos que arriesgaron sus vidas en combate.
El saliente secretario de Defensa, Leon Panetta, defendió la nueva medalla en una conferencia de prensa en febrero.
"He visto de primera mano cómo las herramientas modernas, cómo las plataformas dirigidas por control remoto y los cybersystems, han cambiado la forma en que se libran las guerras", dijo Panetta. "Y han dado a nuestros hombres y mujeres la capacidad de enfrentarse al enemigo y cambiar el curso de la batalla, incluso desde lejos."
Sin embargo, los críticos preguntan, ¿hay algún honor en matar a un enemigo por control remoto?. French no está tan segura.
"Si (estoy) en el campo arriesgándome y tomando una vida, hay una sensación de que estoy poniendo mi piel en juego", dice ella. "Me estoy arriesgando por lo que se siente más honorable.  Alguien que mata a distancia puede dudar ¿Soy verdaderamente honorable?"

El piloto alemán que tuvo misericordia

Venganza, no honor, es lo que impulsó al segundo teniente Franz Stigler a saltar sobre su caza aquel frío día de diciembre de 1943.
Stigler no era cualquier piloto de caza. Él era un as. Un derribo más y ganaría la Cruz de Caballero, el más alto galardón alemán a la valentía.
Sin embargo, Stigler fue impulsado por algo más profundo que la gloria. Su hermano mayor, August, era un compañero piloto de la Luftwaffe que había sido derribado a principios de la guerra. Pilotos estadounidenses habían matado a compañeros de Stigler y estaban bombardeando las ciudades de su país.
Stigler estaba de pie cerca de su caza en una base aérea alemana cuando oyó el motor de un bombardero. Alzó la vista y vio a un B-17 volando tan bajo que parecía que iba a aterrizar. A medida que el bomber desaparecía detrás de unos árboles, Stigler arrojó su cigarrillo a un lado, saludó a un miembro de la tripulación de tierra y salió en su persecución.
Como el caza de Stigler subió a encontrarse con el bombardero, él decidió atacarlo por detrás. Trepó detrás del destartalado bomber, entrecerró los ojos en su mira y puso la mano en el gatillo. Estaba a punto de disparar cuando vaciló. Stigler estaba desconcertado. Nadie en el bombardero le disparó.
Miró más de cerca al artillero de cola. Estaba inmóvil, su cuello de lana blanca empapado de sangre. Stigler estiró su cuello para examinar el resto del bombardero. La pintura se había pelado por los impactos, sus armas estaban fuera de combate. Podía ver a los hombres acurrucados en el interior del avión cuidando las heridas de otros tripulantes.
Luego movió su avión a lo largo de las alas del bombardero y miró a los ojos del piloto cuyos ojos estaban muy abiertos por la sorpresa y el horror.
Stigler apretó la mano sobre el rosario que llevaba en la chaqueta de vuelo. Aflojó su dedo índice sobre el disparador. No podía tirar. Hubiera sido un asesinato.
Stigler no fue motivado sólo por venganza ese día. También vivió por un código. Él podría rastrear la ascendencia de su familia a caballeros en la Europa del siglo XVI. Él había estudiado para ser sacerdote.
Un piloto alemán que salvó a su enemigo, sin embargo, corría el riesgo de muerte en la Alemania nazi. Si alguien reportaba esto, sería ejecutado.
Sin embargo, Stigler también podía oír la voz de su comandante en jefe, quien le dijo una vez: "Usted sigue las reglas de la guerra por Usted, no por su enemigo. Usted lucha con reglas para mantener su humanidad".
A solas con el inválido bombardero, Stigler cambió su misión. Él asintió con la cabeza al piloto estadounidense y comenzó a volar en formación para que los artilleros alemanes antiaéreos en tierra no derribaran al lento bombardero. (La Luftwaffe tenía sus propios B-17s derribados y reconstruidos para misiones secretas y capacitación.) Stigler escoltó al bombardero sobre el Mar del Norte y echó un último vistazo al piloto americano. Entonces lo saludó, se alejó con su caza y regresó a Alemania.
"Buena suerte", dijo Stigler a sí mismo. "Está en manos de Dios".

¿Qué crea lazos entre enemigos?

Stigler fue capaz de reconocer la humanidad del enemigo, cuando miró a los ojos de Brown. Esto lo llevó a tener misericordia.
Ese reconocimiento repentino puede surgir de muchas fuentes en batalla, escuchar los gemidos de un enemigo herido, compartir un lenguaje común, o abrir la billetera de un enemigo y ver fotos de su esposa e hijos.
Este respeto a la humanidad del enemigo suele comenzar arriba, dicen algunos estudiosos. Un líder establece el tono, y las tropas reciben el mensaje. Un líder militar que encarnaba este enfoque fue uno de los más grandes comandantes de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, el Mariscal de Campo Erwin Rommel, conocido también como el "Zorro del Desierto".
En una ocasión, un grupo de comandos británicos trataron de escabullirse detrás de las líneas enemigas y asesinar a Rommel en el desierto del norte de África. No lo consiguieron. Pero Rommel insistió en que los comandos fueran enterrados en el mismo cementerio que los soldados alemanes que murieron defendiéndolo, dice Steven Pressfield, autor del libro "Killing Rommel".
Había zonas de batalla durante la Segunda Guerra Mundial donde ese tipo de magnanimidad era casi imposible. En el frente oriental, los soldados alemanes y rusos, literalmente, se odiaban entre sí. Y en el sur del Pacífico, los Marines de EEUU y los soldados japoneses no tomaron prisioneros.
A veces, el terreno puede obligar a los soldados a seguir el código. El desierto del norte de África durante la Segunda Guerra Mundial fue uno de esos lugares, dice Pressfield.
La fortuna cambiaba rápidamente porque se peleaban muchas batallas con rápidos movimientos de tanques y unidades móviles. Una unidad alemana que capturaba a soldados británicos podía terminar rindiéndose ante ellos minutos más tarde debido a que las líneas de batalla eran muy fluídas. Además, el sol del desierto era tan duro que ambas partes sabían que si dejaban a los prisioneros enemigos tirados o maltratados, morirían rápidamente, dice Pressfield.
No era raro que los médicos alemanes y británicos trabajaran juntos, mientras cuidaban de los soldados heridos de ambos lados, dice Pressfield.
Algunos soldados británicos y alemanes nunca olvidaron cómo sus enemigos los trataron y organizaron reuniones después de la guerra.
"Los alemanes y los británicos solían reunirse para los partidos de fútbol", dice Pressfield. "Fueron los Zorros del Desierto contra las Ratas del Desierto".
Estos soldados no estaban participando de la nostalgia. Ellos compartían un sentimiento de penuria. Habían sobrevivido a una terrible experiencia que la mayoría de la gente no podía entender.
"En muchos sentidos, un soldado siente más vínculo con el enemigo con el que está luchando que con los compatriotas que volvieron a casa", dice Pressfield. "El enemigo con el que estamos luchando igualmente se está arriesgando a morir."
Ese vínculo puede llegar incluso a actos de lealtad después de la guerra, dice Daniel Rolph, autor de "Guardianes de mi hermano."
Una vez, cuando un oficial de la Unión hirió de muerte a un capitán confederado durante la Guerra Civil, el hombre de la Unión cantó himnos y oró con su enemigo hasta que el hombre exhaló su último aliento. Antes de que el capitán muriera, éste le pidió al oficial de la Unión que le devolviera su espada y su revólver a su familia, una petición del soldado cumplida después de terminada la guerra, dice Rolph.
"Incluso tengo un artículo de The New York Times en 1886, donde soldados de la Unión que se encontraban en las listas de pensiones del gobierno federal en realidad estaban intentando transferir su dinero a los soldados confederados", dice Rolph.
Estos lazos pueden incluso crearse entre enemigos que no comparten una lengua o una cultura.
Harold Moore Jr. era un coronel del Ejército de EEUU que llevó una lucha desesperada representada en la película de 2002 de Mel Gibson, "Cuando fuimos soldados". En 1965, Moore perdió 79 de sus hombres luchando contra una fuerza más grande de Vietnam del Norte. Fue una de las primeras batallas importantes de la guerra de Vietnam.
En 1993, Moore llevó a algunos de sus soldados de regreso a Vietnam para encontrarse con sus antiguos adversarios en el mismo campo de batalla. Cuando llegaron, Moore se reunió con el oficial vietnamita que dirigió las tropas contra él, el teniente general Nguyen Huu An.
An extendió sus brazos y saludó a Moore besándolo en ambas mejillas. Moore le dio su reloj pulsera, como muestra de amistad.
Moore describió en un ensayo lo que sucedió a continuación:"Invité a todos a formar un círculo con los brazos extendidos en torno a los hombros del otro e inclinamos nuestras cabezas. Con oración y lágrimas, compartimos abiertamente nuestros recuerdos dolorosos".
An murió dos años después de conocer a Moore. Moore viajó a Vietnam para presentar sus respetos a la familia de su antiguo enemigo. Durante su visita a su casa, Moore vio un objeto familiar exhibido en la vitrina del altar familiar: era su reloj pulsera.

continúa...

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#1
Una reunión de los enemigos

Mientras observaba al caza alemán irse lejos aquel día de diciembre, el 2º teniente Charles Brown no estaba pensando en la relación filosófica entre enemigos. Estaba pensando en la supervivencia.
Él voló de regreso a su base en Inglaterra y aterrizó casi sin combustible. Después de que su bomber se detuvo, se reclinó en su asiento y puso una mano sobre una Biblia de bolsillo que guardaba en su chaqueta de vuelo. Luego se sentó en silencio.
Brown voló más misiones antes de que terminara la guerra. La vida siguió su camino. Se casó, tuvo dos hijas, supervisó la ayuda externa para el Departamento de Estado de EEUU durante la guerra de Vietnam y, finalmente, se retiró a Florida.
Tarde en vida, sin embargo, el encuentro con el piloto alemán comenzó a roer en él. Él comenzó a tener pesadillas, pero en el sueño no había ningún acto de misericordia. Él se despertaba justo antes de que su bombardero se estrellara.
Brown tomó una nueva misión. Tenía que encontrar a ese piloto alemán. ¿Quién era él? ¿Por qué salvó mi vida?
Recorrió los archivos militares de los EEUU e Inglaterra. Asistió a la reunión de pilotos y compartió su historia. Por último, puso un anuncio en un boletín de noticias alemán para los ex pilotos de la Luftwaffe, volviendo a contar la historia y preguntando si alguien conocía al piloto.
El 18 de enero de 1990, Brown recibió una carta. La abrió y leyó:
"Querido Charles, todos estos años me pregunté qué pasó con el B-17, lo logró o no?"
Era Stigler. Había dejado Alemania después de la guerra y se mudó a Vancouver, British Columbia, en 1953. Se convirtió en un próspero hombre de negocios. Ahora retirado, Stigler, le dijo Brown a que estaría en Florida llegado el verano y que "seguro que sería bueno hablar de nuestro encuentro".
Brown estaba tan emocionado, sin embargo, que no podía esperar a ver Stigler. Llamó a informaciones de Vancouver y preguntó si había un número de Franz Stigler. Marcó el número y Stigler atendió.
"Dios mío, eres tú!" gritó Brown, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
Brown tuvo que hacer más. Escribió una carta a Stigler en la que le dijo: "Decir GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS en nombre de mis tripulantes sobrevivientes y sus familias parece totalmente inapropiado".
Los dos pilotos se reunirán de nuevo, pero esta vez en el vestíbulo de un hotel de Florida.
Uno de los amigos de Brown estaba allí para grabar la reunión de verano. Los dos hombres se miraron como empresarios jubilados: eran regordetes, lucían corbatas limpias y camisas formales. Hablaron de su encuentro en un tono ligero y jovial.
El estado de ánimo después cambió. Alguien le preguntó a Stigler lo que pensaba de Brown. Stigler suspiró y apretó su mandíbula cuadrada. Él comenzó a luchar para contener las lágrimas antes de decir en un fuerte acento Inglés: "Te quiero, Charlie."
Años más tarde, el autor Makos dice que entiende por qué Stigler había experimentado una oleada de emociones.
Stigler había perdido a su hermano, sus amigos y su país. Fue exiliado virtualmente por sus compatriotas después de la guerra. Había 28.000 pilotos que lucharon por la fuerza aérea alemana. Sólo 1.200 sobrevivieron, explica Makos.
"La guerra le costó todo", dice Makos. "Charlie Brown era lo único bueno que salió de la Segunda Guerra Mundial para Franz. Era lo único de lo que podía estar orgulloso."
La reunión ayudó a Brown como bien dice su hija, Dawn Warner.
Brown y Stigler se hicieron amigos. Iban a viajes de pesca juntos. Volaban cross-country a cada uno de sus hogares y hacían viajes por carretera juntos para compartir su historia en escuelas y reuniones de veteranos. Sus esposas, Jackie Brown y Stigler Hiya, se convirtieron en amigas.
La hija de Brown dice que su padre se preocupaba por la salud de Stigler y constantemente chequeaba su estado de salud.
"No era sólo para aparentar", dice ella. "Ellos realmente se sentían el uno por el otro. Hablaban una vez a la semana".
A medida que su amistad con Stigler se profundizó, algo más le sucedió a su padre, cuenta Warner: "Las pesadillas se fueron."
Brown había escrito una carta de agradecimiento a Stigler, pero un día, él demostró el alcance de su gratitud. Organizó una reunión de los miembros sobrevivientes de su tripulación, junto con sus familias. Stigler fue el invitado de honor.
Durante la reunión, se vio un video mostrando todas las caras de las personas que ahora viven -hijos, nietos, parientes- a causa del acto de caballerosidad de Stigler. Stigler miraba la película desde su asiento de honor.
"Todo el mundo estaba llorando, no sólo él", dice Warner.
Stigler y Brown murieron con pocos meses de diferencia en 2008. Stigler tenía 92 años y Brown 87. Habían comenzado como enemigos, se hicieron amigos, y luego algo más.
Makos lo descubrió por accidente, mientras pasaba una noche en casa de Brown. El estaba escarbando en la biblioteca de Brown cuando se encontró con un libro sobre los aviones de combate alemanes. Stigler le había dado el libro a Brown. Ambos eran muchachos del campo que les encantaba leer sobre aviones.
Makos abrió el libro y vio una inscripción que Stigler había escrito a Brown:

En 1940, perdí a mi único hermano como un caza nocturno. El 20 de diciembre, cuatro días antes de Navidad, tuve la oportunidad de salvar a un B-17 de su destrucción, un avión tan dañado que era un milagro que todavía estuviera volando.
El piloto, Charlie Brown, es para mí, tan precioso como mi hermano.
Gracias Charlie.
Tu hermano,
Franz.



La nota en inglés en: http://edition.cnn.com/2013/03/09/living/higher-call-military-chivalry/index.html?hpt=hp_c1