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La guerra que no se vi?

Iniciado por GAE_Castor, 21 de Febrero de 2007, 08:59:15 AM

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La guerra que no se vi?

Debajo de las aguas del Atl?ntico Sur se libr?, durante el conflicto de 1982, una batalla invisible y desigual de la que hasta ahora no se conoc?a pr?cticamente nada: los poderosos submarinos brit?nicos contra dos vetustos sumergibles argentinos. Esta investigaci?n revela que, a?n as?, la Argentina no estuvo lejos de asestar los golpes que podr?an haber torcido el rumbo de la guerra.




E n las heladas profundidades del mar austral se libr? un cap?tulo de la guerra con Gran Breta?a del cual poco se ha hablado: las operaciones submarinas entre dos fuerzas dis?miles, separadas por un abismo tecnol?gico y militar. La Argentina estuvo, no obstante, cerca de comprometer el desarrollo de la operaci?n brit?nica en el Atl?ntico Sur. La precariedad instrumental le jug? en contra.

Quince a?os despu?s de aquellas acciones, el rompecabezas sigue sin ser completamente armado. Muchas piezas se encuentran protegidas por los actores de la trama o todav?a bajo los efectos de la distorsi?n informativa.

A comienzos de 1982, la fuerza submarina de la Armada argentina se encontraba en etapa de transici?n, con un inventario m?s bien modesto: s?lo cuatro unidades. Dos de ellas eran veteranos sumergibles del Tipo Guppy, de origen norteamericano, construidos a fines de la Segunda Guerra Mundial y transferidos a la Argentina en 1971: el ARA Santiago del Estero, que hab?a agotado su vida ?til y esperaba pacientemente el fin de sus d?as en el calor de alg?n horno de fundici?n, y su gemelo, el ARA Santa Fe, a?n en servicio, pero que atravesaba dificultades casi an?logas.

Para entonces, y como reemplazo de estas unidades, se estaban construyendo en Alemania Federal modernos submarinos Tipo TR-1700, mientras que en el pa?s se inauguraba oficialmente el Astillero Domecq Garc?a, una enorme planta modelo pensada para construir localmente -nunca lo har?a- varias unidades m?s de este tipo. La primera unidad ten?a que ser entregada en 1984. Demasiado tarde.

Dos contra todos

La respuesta argentina a la Real Armada Brit?nica, que dentro de la NATO ten?a un rol espec?fico en la guerra antisubmarina, quedar?a entonces a cargo de los sumergibles convencionales Tipo 209 ARA San Luis y ARA Salta, construidos en secciones en Alemania, ensamblados en nuestro pa?s e incorporados a la flota ocho a?os antes del enfrentamiento con el Reino Unido.

La participaci?n del Salta en el conflicto tuvo la duraci?n de un suspiro. Antes del intento de recuperaci?n de las islas Malvinas hab?a estado en talleres. Los acontecimientos aceleraron su puesta en funciones. La versi?n oficial de su r?pida desafectaci?n da cuenta de que, durante las pruebas realizadas por este submarino en aguas del Golfo Nuevo, bajo el mando del capit?n de fragata Manuel O. Rivero, fue registrada una inusual generaci?n de ruido, circunstancia que -en teor?a- lo hac?a f?cilmente detectable a los sonares enemigos. Se adujo que el problema no pudo ser completamente solucionado antes de que finalizaran las acciones b?licas.

De esta manera, s?lo quedaron en pie un submarino moderno, el San Luis, y un veterano, el Santa Fe, para v?rselas con la poderosa flota brit?nica. A pesar de que inicialmente el San Luis evidenci? complicaciones t?cnicas en uno de sus motores de propulsi?n diesel -no iba a ser el ?nico contratiempo-, su comandante, el capit?n de fragata Fernando M. Azcueta, se encontrar?a en condiciones aceptables como para zarpar.

Las penurias del Santa Fe

El viejo Santa Fe zarp? de la Base Naval de Mar del Plata el 27 de marzo de 1982. Llevaba a bordo la Unidad de Tareas 40.1.4, compuesta por 13 buzos t?cticos. Su misi?n original era la captura del Faro San Felipe, en Cabo Pembroke (en las Malvinas), y la demarcaci?n de la playa de desembarco para los veh?culos anfibios que participar?an de la Operaci?n Rosario, el 2 de abril.

Durante la noche del 31, por el periscopio del submarino se observaron las luces encendidas de Puerto Argentino. De pronto, el equipo de comunicaciones enmudeci?. Hubo que perder tiempo arregl?ndolo. A las 1.53 del 2 de abril lleg? la confirmaci?n desde el continente: deb?an seguir con la operaci?n. Media hora despu?s se lanzaban al mar los botes de goma, llevando los buzos a la costa.

El comando argentino del Teatro de Operaciones del Atl?ntico Sur le asign? a la Fuerza de Submarinos la tarea de "destrucci?n de los buques enemigos mediante el uso efectivo de sus armas". Para tal fin, deb?an patrullar ?reas en la zona de Malvinas, reajustables en funci?n de la informaci?n que pudieran proveer las unidades de exploraci?n.

El 12 de abril, en tanto, el San Luis recib?a la orden de zarpar hacia el norte de las islas, pero fuera de la Zona de Exclusi?n Total de 200 millas que hab?a dispuesto Gran Breta?a en torno del archipi?lago.

Al regresar el Santa Fe a su apostadero habitual, su comandante, el capit?n de corbeta Horacio Bica?n, recibi? la orden de alistarse para una patrulla que durar?a 60 d?as, a cuyo efecto embarcar?a suficiente combustible, comida y armas.

Debido a la antiguedad del sistema de control de tiro del submarino, los torpedos s?lo ser?an efectivos sobre blancos ubicados a menos de 2000 yardas. Como misi?n inicial de su patrulla, el submarino deb?a transportar 20 infantes de marina para reforzar la guarnici?n en Georgias del Sur.

Im?gen del cementerio de las islas

Zarparon la noche del 16 de abril, bajo condiciones extremadamente precarias. Apenas salido del puerto de Mar del Plata, en el Santa Fe se manifestaron varios desperfectos t?cnicos. Y todav?a quedaba por delante un recorrido de casi 1500 millas.

D?as despu?s, la Fuerza de Tareas brit?nica emprend?a su traves?a hacia el teatro de operaciones desde la Isla Ascensi?n, una base norteamericana en el Atl?ntico Sur (mitad de camino entre Gran Breta?a y las Malvinas).

El grupo de buques, incluidos los portaaviones Hermes e Invincible, entr? r?pidamente en estado de alerta antisubmarina debido al avistamiento de supuestos periscopios en las proximidades, que fueron seguidos de varios contactos de sonar. Entre sus tripulaciones cundi? el nerviosismo y, de no haber sido por la orden de no utilizar armas antisubmarinas para no interferir en la delicada negociaci?n diplom?tica, se hubiera agotado la existencia de este tipo de armamento en pocos d?as.

Dos misiones

El 23 de abril, el Santa Fe fue informado desde el continente sobre la presencia de buques enemigos. Pese a la proximidad de los brit?nicos, el capit?n Bica?n a?n ten?a restringido el uso de sus torpedos s?lo para el supuesto de resultar inequ?vocamente atacado. Dif?cilmente tendr?a posibilidad de maniobrar para poder disparar eficazmente su armamento si era detectado. Y el submarino nuclear HMS Conqueror, un hijo dilecto de la guerra fr?a, estaba en el ?rea dispuesto a consumar su destrucci?n.

Tras burlar el bloqueo ingl?s, en la oscuridad de la noche de la jornada siguiente el Santa Fe emergi? frente a la Bah?a Cumberland y comenz? el desembarco en Grytviken (Georgias) de los hombres y abastecimientos de refuerzo.

Cerca de la madrugada, cuando la tarea hab?a sido completada, zarp? navegando en superficie para ganar velocidad y alejarse. Llevaba una segunda misi?n, m?s importante y ultrasecreta: atacar la l?nea de reabastecimiento brit?nica entre Ascensi?n y la Fuerza de Tareas, en aguas de las Malvinas. El plan era esconderse en las innumerables caletas de Georgias del Sur y efectuar las reparaciones que fueran necesarias, adem?s de recargar sus bater?as.

Blanco de tiro

Entre las nubes bajas y la neblina matinal que rodeaban las islas apareci?, de pronto, un helic?ptero proveniente de la fragata HMS Antrim que avist? al Santa Fe. En unos segundos el submarino se vio asediado por otros cuatro helic?pteros que le dispararon un torpedo, dos cargas de profundidad y cuatro misiles, adem?s de r?fagas de ametralladoras. Como toda defensa, su tripulaci?n, desde la vela del submarino, respondi? los ataques con unos viejos rifles que ten?a a bordo. La lluvia de plomo ca?da sobre el Santa Fe provoc? da?os en su casco que lo obligaron a regresar a Grytviken, donde horas m?s tarde se produjo la rendici?n de la guarnici?n argentina. Durante el combate, un misil que atraves? horizontalmente la vela, sin explotar, le amput? una pierna a uno de los marinos argentinos.

Luego de atracar, y aprovechando la distracci?n de los brit?nicos por un incidente que le hab?a costado la vida al suboficial F?lix Artuso, tripulantes del submarino lograron burlar la guardia y abrieron disimuladamente v?lvulas y escotillas de la nave, provocando su hundimiento. No s?lo el Santa Fe qued? as? inutilizable: tambi?n el muelle.

Los hechos impactaron en las autoridades de la Armada. El Santiago del Estero, una virtual chatarra, fue secretamente sacado a remolque de la Base de Mar del Plata y trasladado hacia Puerto Belgrano. La maniobra buscaba confundir a la Inteligencia brit?nica, que lo creer?a en operaciones. Y, efectivamente, aunque el viejo submarino no pod?a moverse, los brit?nicos creyeron durante el conflicto que estaba operando en patrulla en alta mar, lo cual los oblig? a mantener constante vigilancia y desv?o de recursos b?licos.

La p?rdida del Santa Fe dejaba a la Fuerza de Submarinos, bajo el mando del capit?n de nav?o Eulogio Moya Latrubesse, con s?lo una unidad operativa: el San Luis, que el 29 de abril recibi? la noticia de que se hab?an modificado las reglas de enfrentamiento. Quedaba autorizado a disparar libremente sus torpedos en las zonas de patrulla al norte de las islas, pero dentro de la Zona de Exclusi?n.

El almirante ingl?s Sandy Woodward, comandante de las fuerzas navales para la Operaci?n Corporate, hab?a desplegado el 1? de mayo un grupo de tres buques y helic?pteros antisubmarinos cerca del ?rea designada para el submarino argentino, despu?s de asumir como v?lido un informe brindado por la Inteligencia brit?nica, que hab?a interceptado y descifrado el mensaje dirigido desde Mar del Plata al comandante del San Luis.

El submarino argentino detect? en su sonar a los tres buques y se prepar? para el ataque. Como su computadora de control de tiro operaba en forma defectuosa, la tripulaci?n realiz? manualmente los c?lculos necesarios para efectuar el disparo.

Eran las 22.5 cuando, a unas 10.000 yardas del blanco escogido y en ?ptima posici?n de disparo, el capit?n Azcueta dispuso el lanzamiento de un moderno torpedo SST-4 filoguiado. Fueron tres interminables minutos durante los cuales se aguard? impacientemente el sonido de la explosi?n. Pero ?sta no lleg?. El cable que un?a el torpedo al submarino se hab?a cortado. Los ingleses detectaron la aproximaci?n del torpedo y se lanzaron furiosamente sobre el San Luis. La cacer?a durar?a m?s de 20 horas, pero fue infructuosa. Entre los pilotos de los helic?pteros comprometidos en la b?squeda se encontraba el pr?ncipe Andr?s, hijo de la reina de Inglaterra.

M?s adelante, cerca de las 19 del 8 de mayo, tuvo lugar un nuevo contacto. Esta vez no era en la superficie. En las pantallas de la sala de control del San Luis se observ? un desplazamiento inteligente -es decir, que no corresponde a un cet?ceo- debajo del agua, a una velocidad de 6 a 8 nudos, y a una distancia de cerca de 3000 yardas. Resultaba dif?cil la identificaci?n del blanco. Igual, se dispar? un torpedo Mk 37 antisubmarino. Transcurrieron doce interminables minutos hasta que se escuch? una explosi?n. No existen confirmaciones p?blicas de las consecuencias de este lanzamiento. Tal vez, el torpedo dio contra una desafortunada ballena. Tal vez, contra un submarino brit?nico.
C.F. Castor

GAE_Castor


Una nueva decepci?n

Como parte de los preparativos para los desembarcos brit?nicos en las islas, el almirante Woodward orden? a la fragata Alacrity que recorriese, la noche del 10 de mayo, de Sur a Norte y en toda su longitud el estrecho de San Carlos, que separa las islas Soledad y Gran Malvina. Deb?a descubrir si sus aguas estaban minadas y si exist?an defensas costeras que pudieran comprometer las operaciones. El comandante de esta fragata, capit?n Chris Craig, estaba convencido de que se dirig?a a una misi?n suicida. No fue as?.

Durante su silenciosa y tensa traves?a, detect? un blanco de superficie. Orden? preparar el ca??n de 4.5 pulgadas y luego de algunos minutos efectu? una r?faga de disparos, haciendo desaparecer el contacto de sus pantallas. Hab?a hundido al transporte naval argentino Isla de los Estados, cuya misi?n era reabastecer de pertrechos a las guarniciones militares argentinas. Perdido el secreto de su misi?n, el capit?n Craig orden? poner m?xima potencia a sus motores para salir del estrecho y alcanzar a toda velocidad la seguridad de aguas abiertas, donde, adem?s, lo esperaba otro buque de guerra brit?nico.

En la boca del estrecho estaba el San Luis, al que se le apareci?, como ca?da del cielo, la oportunidad -sin saberlo- de vengar al Isla de los Estados. Las condiciones de ataque parec?an inmejorables para el submarino argentino. De los dos blancos, la fragata y el Alacrity, escogi? a ?ste, que estaba ubicado entre el submarino y la costa. Luego de preparar manualmente la informaci?n para el lanzamiento -la computadora segu?a fuera de servicio-, decidi? lanzar dos torpedos SST-4 a una distancia de 5000 yardas. Era la 1.30 del 11 de mayo. Uno de los torpedos no sali? del tubo y el otro volvi? a sufrir el corte del cable de guiado despu?s de dos minutos y medio del lanzamiento. Poco despu?s, sin embargo, registr? una explosi?n lejana. Posiblemente, contra alguna roca del fondo del mar.

La velocidad que llevaban las fragatas brit?nicas imped?an al capit?n Azcueta intentar un nuevo lanzamiento. No comprend?a qu? pasaba con sus torpedos. Inform? a su base sobre el resultado del ?ltimo ataque y, dos d?as m?s tarde, sin posibilidad de solucionar los percances, recibi? la orden de regresar a Mar del Plata. No volver?a a combatir.

Temor en pie

As? y todo, los brit?nicos segu?an temiendo a la amenaza submarina argentina, por lo que mantuvieron un inmenso despliegue de medios y armamento antisubmarino hasta el fin del conflicto.

De hecho, los escuadrones 820, 824 y 826, de helic?pteros antisubmarinos, registraron la mayor cantidad de horas de vuelo de todas las aeronaves que participaron en la guerra, operando desde los dos portaaviones y desde otros buques adaptados con cubiertas de vuelo. Durante mayo, Gran Breta?a mantuvo en el aire constantemente a no menos de cuatro helic?pteros antisubmarinos.

Tal era el extremo de la preocupaci?n que, seg?n recientes revelaciones period?sticas brit?nicas, fueron enviados esp?as a los astilleros alemanes para comprobar el grado de avance en los submarinos TR-1700 que all? se constru?an para la Argentina.

A su vez, los submarinos nucleares brit?nicos lograron efectivizar el factor de disuasi?n esperado de ellos a partir de un hecho clave de la guerra: el hundimiento del crucero General Belgrano, el 2 de mayo, por parte del Conqueror.

Los submarinos ingleses cumplieron adem?s misiones de patrullaje, de bloqueo y de pantalla de alerta a?rea temprana, avisando a los buques de la fuerza principal la aproximaci?n de las aeronaves argentinas.

Tambi?n infiltraron en las Malvinas tropas especiales para recoger informaci?n de Inteligencia sobre las fuerzas argentinas apostadas all?. Esta misi?n fue realizada a partir de fines de mayo con un submarino convencional, que resultaba m?s adecuado para esas costas.

Pero las fuerzas navales brit?nicas no las tuvieron todas consigo. El imprevisto cambio de aguas de diferentes temperaturas y salinidad ocasion? serios problemas a los sonares y a sus operadores, circunstancia agravada por la poca profundidad de las aguas que rodean al archipi?lago.

Ni la flota de superficie ni sus modernos submarinos nucleares sub-killer estaban preparados para un escenario de esas caracter?sticas. Gracias a ello, el San Luis nunca se encontr? bajo peligro importante, pese a operar dentro de la Zona de Exclusi?n. Esa fue su ?nica ventaja dentro de una lucha marcadamente desigual.

Por Alejandro Amendolara

Abogado. Actualmente trabaja en un libro de investigaci?n sobre las acciones navales argentinas en la Guerra de las Malvinas.

La batalla del rumor medi?tico

El monumento a los soldados argentinos ca?dos durante la guerra. Plaza San Mart?n, Buenos Aires

La guerra de las Malvinas presenta una curiosa dualidad: de un lado puede observarse como la ?ltima conflagraci?n del siglo pasado.

Una situaci?n colonial en juego, el monopolio y la censura de la informacion, as? como el intento de colocar una ?nica racionalidad posible -la de la fuerza- por encima de las negociaciones diplom?ticas, apuntalan esa mirada. As? lo cree la semi?loga argentina Lucrecia Escudero. Pero, a la vez, precisa la investigadora, se trata de una guerra medi?tica por excelencia, totalmente "moderna", al desarrollarse lejos del teatro de operaciones de todos los actores.

Una guerra que para el gran p?blico s?lo adquiri? visibilidad por medio de la imagen o la palabra.

Los contornos difuminados de un submarino quedan como constancia de la peculiar batalla informativa del oto?o de 1982. En su libro Malvinas: el gran relato. Fuentes y rumores en la informaci?n de guerra, Escudero recuerda que el 31 de marzo, dos d?as antes del desembarco argentino en las islas, Clar?n public? una noticia que parec?a proceder de Londres: los ingleses hab?an enviado a aguas australes al submarino at?mico Superb. El Foreign Office se abstuvo de comentar la versi?n. La prensa argentina hab?a concluido que se estaba frente a la filtraci?n de noticias militares estrictamente reservadas. En v?speras del desembarco, el Superb, consign? ese diario, glosando agencias extranjeras, desplazaba 45.000 toneladas.

El 4 de abril, algunos medios europeos se?alaron que el mismo sumergible estaba por zarpar hacia los mares del Sur a la cabeza de la Task Force. El 5 de abril, la agencia de prensa DAN (pool de agencias del ex bloque socialista) lo hab?a avistado a 250 kil?metros del archipi?lago. Un d?a m?s tarde, la Armada argentina verific? su presencia en la zona, junto con otro sumergible at?mico, el Oracle.

El Superb tambi?n fue divisado por un piloto brasile?o cerca de Florian?polis (Estado de Santa Catarina, al sur del Brasil), quien ofreci? una prueba f?til: una foto ilegible.

La confusi?n no hab?a llegado a?n a su cl?max: Le Monde habl? de varios submarinos y el 12 de abril, Clar?n anunciaba la llegada a la zona de sumergibles sovi?ticos. Cuando la flota brit?nica estaba realmente en los umbrales del teatro de operaciones, el Superb se esfum? de escena para darle lugar a los verdaderos buques y submarinos. El 23 de abril, el Daily Record dijo que el Superb estaba fondeado en costas escocesas. Nunca se hab?a ido de ese lugar.

S?lo en ese momento se reconoci? en Buenos Aires que todo hab?a sido un ardid.

Con la colaboraci?n de todos

"?Qui?n invent? el submarino? ?Los servicios secretos brit?nicos, para minar la moral de los argentinos? ?Los comandos argentinos, para justificar su pol?tica agresiva? ?A qui?n le hab?a servido la difusi?n del rumor?", se pregunt? Umberto Eco en el prefacio del libro de Escudero.

La manera en que creci? la historia del Superb a partir de un rumor y "gracias a la colaboraci?n de todos" despert? el inter?s del autor de La estructura ausente. Cada uno aport? su grano de arena en la "construcci?n" del submarino.

As?, seg?n Eco, pudo demostrarse "c?mo nos sentimos continuamente tentados a dar forma a la vida con el uso de esquemas narrativos". Un posible mundo medi?tico puede ser tan eficaz que puede llegar hasta modificar el curso del mundo "real".

Pero para que un relato circule como cre?ble, precisa Escudero, es necesario una suerte de acuerdo social. "En esto consiste el valor program?tico de la mentira a gran escala."

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