Nicosia, Chipre. 20 de enero de 1972 - 1000 hs.
La plataforma del aeropuerto de Nicosia parecía un hormiguero. Mas de 400 personas bajaron de los portaaviones para apoyar las acciones del GAEV desde este aeródromo abandonado.
Los mecánicos trabajaban en tapar los agujeros que la artillería antiaérea había taladrado en las alas y estabilizadores de las aeronaves. Los armeros apilaban bombas y misiles detrás de los aviones, para empezar la recarga en cuanto fuese ordenado.
Un grupo de pilotos se dirigía a la carpa de operaciones. Ceteu y Sepe estaban cruzando los informes recibidos y graficando la situación en las cartas. Los pilotos del Grupo estaban ansiosos por saber que seguía y los mas antiguos estaban en la carpa buscando respuestas. Ceteu se adelantó y empezó a explicar la situación táctica.
- Los turcos leales siguen progresando hacia el sur. Retomaron la capital y están recibiendo apoyo logístico desde el Mar Negro. Los americanos se las han arreglado para usar la frontera con Grecia para pasar ayuda militar. Me imagino que los griegos no deben estar muy contentos de ayudar a los turcos – Ceteu buscó su caramañola, tomó un sorbo largo de agua y siguió.
- Los turcos lanzaron estas dos grandes ofensivas que se ven en flechas azules e intentan cerrar el cerco desde los extremos. El problema de eso es que las fuerzas rebeldes se van concentrando en el sector central del país y eso es cerca nuestro, directamente al norte de donde estamos nosotros.
Sepe le alcanzó un mensaje a Ceteu y después de leerlo miró a Balker y se lo alcanzó.
- Entre 10 y 15 destructores bajo comandantes rebeldes lograron pasar por el Bósforo antes de que las fuerzas leales controlaran ese paso. Serían todos destructores tipo Fletcher.
Balker bajó el mensaje y le dijo a Ceteu.
- Buscá el jeep. Vamos a ver al almirante.
Sepe y Ceteu agarraron las cartas, los diarios de guerra y los mensajes y salieron a buscar al conductor.
Lugar desconocido. 20 de enero de 1972 - 1245 hs.
El hombre estaba parado, pero su cuerpo, atado de ambas muñecas al techo, no podía adoptar otra posición. No sabía cuanto tiempo llevaba parado. Dos luces muy potentes destellaban frente a él sin parar. El mareo, el cansancio, el hambre y la sed y la falta de sueño habían convertido al ingeniero en un despojo humano.
De repente las luces destellantes se apagaron. Las luces principales se prendieron y tres personas entraron. Para su cansada vista y su fatigado cerebro, las personas que se movían alrededor de él eran sombras nebulosas, no podía entender que le decían, ni siquiera entendía si le estaban hablando a él.
Las cuerdas se aflojaron y sintió como dos personas lo ayudaban a moverse. Sintió que su cuerpo se apoyaba sobre un banco o silla. No tenías respaldo. El alivio se sintió inmediatamente en sus piernas. Delante de él pudo ver una mesa. En esa mesa había un plato con una comida similar en color y textura a la polenta. Tomó un poco con las manos y se quemó los dedos. La mezcla estaba extremadamente caliente. El olor de la comida hizo despertar su apetito como animal salvaje. Sabía que la comida estaba caliente, pero empezó a tomar pequeños puñados y a llevárselos a la boca. A medida que bajaban por su garganta sentía el calor que le quemaba el esófago.
El ingeniero no sabía si reír, llorar, gritar o seguir comiendo. Eligió seguir comiendo. De algún lugar que no pudo distinguir, apareció un vaso con agua. No llegaba a ver bien, pero lo tomó y se lo llevó a la boca con desesperación. Definitivamente era agua, pero con gusto raro. Podía sentir la textura de partículas con la lengua.
El hombre pequeño ingresó en la sala y se quedó mirándolo unos momentos. El ingeniero, luego de las breves horas de esperanza que había tenido cuando el hombre le dijo que iba a ser liberado, cayó en un pozo emocional del que no lograba salir.
- Buenas tardes, señor Ríos. ¿cómo está usted? – dijo el hombre pequeño.
El ingeniero no sabía que responder todo su esfuerzo estaba en evitar quedarse dormido, pero una parte de su atención estaba dedicada a su dilema mas inmediato. ¿Qué responder? Si decía que estaba bien su situación podría mantenerse indefinidamente, si decía que estaba mal, corría riesgo de recibir el escarmiento de los guardias.
- Señor... - El ingeniero no recordaba si el hombre pequeño le había dicho su nombre – señor, no se porque estoy en este lugar. Mi familia, no sé nada de mi mujer y mi hija.
- ¿Cómo se llama su hija? – preguntó el hombre pequeño.
- Fernanda. Mi hija se llama Fernanda.
- Su hija está bien. No está en este mismo complejo. No traemos niños a lugares como este. No somos salvajes. ¿sabe?
- Si, si, por supuesto – El ingeniero se acomodó en el asiento – ¿Y mi esposa?.
- Su esposa está con su hija, pronto podrá verlas. Pero antes necesito saber cuál fue su participación en la bomba colocada en la represa.
El ingeniero respondió rápidamente, no quería dar la ilusión de tener que pensar mucho las respuestas.
- Nada señor. Yo no tuve nada que ver con ello – El guardia que estaba detrás del ingeniero golpeó la mesa con lo que parecía una caña, haciendo un ruido similar a un látigo. El ingeniero saltó en su silla, presa del miedo.
- Ingeniero. No he hecho mas que intentar averiguar cuál ha sido su participación en esto. Nosotros sabemos que esos explosivos estaban bajo su control. No puede negar su participación.
- Ya le dije que yo no tenía la llave del depósito de explosivos. Lo manejaba el capataz de turno.
- Tal vez otro día colgado refresque su memoria ingeniero, vendré a verlo nuevamente mañana, espero que esté mes... comunicativo.
De forma casi inmediata los dos guardias lo volvieron a colocar en la misma posición que antes. Las luces del lugar se apagaron y se encendieron las luces destellantes nuevamente. Los gritos del ingeniero dejaron de oírse cuando los guardias cerraron la pesada puerta de acceso.
El hombre pequeño siguió caminando a través de un largo pasillo, salió del edificio y caminó con tranquilidad hasta un banco situado bajo una glorieta cubierta por enredaderas. Un hombre que lo superaba en medio metro de estatura se aproximó y se sentó bajo la misma glorieta, en el banco opuesto.
- No estoy contento teniendo a este prisionero en mi base, Fatoush.
- El hombre está a punto de quebrarse, mañana o a mas tardar pasado mañana va a reconocer cualquier cosa que le digamos. Ya casi estamos al final de esto.
- ¡Los argentinos están destruyendo todo!. Ayer destruyeron completamente la base logística de Badrul Budur. Sus infantes de marina lograron extraer a todo el grupo de civiles con el que viajaban esta familia. Sus aviones están atacando a diestra y siniestra.
- Tranquilo, amigo. Este hombre va a darnos la salida política de todo este asunto.
El hombre grande se relajó sobre el asiento y contempló el panorama. Estuvo pensativo por unos momentos y volvió a preguntar.
- ¿No te cansas de esto? Guerra en el Líbano, guerra en Palestina, guerra en Siria. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste tranquilo?
- Ya no sé vivir de otra forma, Abdul – respondió El Fantasma, con la mirada perdida en el horizonte.
Abdul se paró y señaló con el dedo a un sector de la ciudad sobre una colina cercana.
- Ahí es donde mi papá tenía una zapatería. Yo sueño con el día en que pueda volver a las cosas simples. Los zapatos son simples, la gente que viene a comprar zapatos solo quiere eso. Zapatos, nada mas.
Fatoush seguía mirando el horizonte, soltó un largo suspiro y miró a Abdul.
- ¿Zapatos dijiste?
Yenikoy, 20 de enero de 1972 - 1330 hs.
El CP Ramírez estaba observando desde el techo de un viejo comercio. El largo visor óptico le permitía distinguir los rasgos de un rostro a esa distancia. Llevaba dos horas cubriendo la base. Los informes declaraban que la familia argentina estaba en este lugar. Todavía no habían podido confirmarlo. A su lado estaba el CS Yapura, quien había terminado el curso de buzo táctico apenas cuatro meses antes.
- Pasáme la botella de agua- dijo Ramírez en perfecto inglés a Yapura.
- Acá está.
El cabo segundo tomó la posta con el visor mientras el cabo principal se retiraba un poco detrás para estirar las piernas y tomar un poco de agua. Se moría por un mate, pero eso lo delataría como extranjero. No podía darse el lujo. Por ahora.
Yapura enfocaba a cada grupo de personas que veía, pero tampoco tenía resultado.
- Esta es la parte que no te cuentan en el curso – dijo el cabo principal – horas y horas de observar un posible objetivo.
- Atento. Grupo de tres personas que salen del edificio blanco con techo a dos aguas. Puerta oeste – dijo Yapura.
Ramírez miró a ojo desnudo, ubicó el edificio y enfocó con la cámara de fotos, manipulando el teleobjetivo hasta lograr enfocar los rostros. Sacó dos fotos, por las dudas.
- Esos son soldados. No son los que buscamos.
Yapura volvió a buscar y Ramírez volvió a su botella de agua.
- ¿Cuánto lleva trabajando con el Capitán Precio? – preguntó el cabo segundo.
- Lo conozco desde que él era capitán de corbeta, es un tipo duro. Mejor tenerlo de amigo.
- ¿Es verdad todo lo que cuentan de él?.
- Depende quien lo cuente. Pero míralo así. Imagináte que sólo la mitad de lo que cuentan sea verdad.
El cabo segundo resopló sin dejar de mirar al objetivo. Tomó aire para hacer otra pregunta pero tuvo que cambiar su discurso.
- Atento, edificio gris de dos pisos del norte de la base. De la puerta sur acaba de salir un petiso, me parece que ese es.
Ramírez soltó todo lo que tenía y fue directo a la cámara de fotos. Se olvidó de ubicar antes el edificio y le costó un poco encontrar el objetivo que le habían marcado – lo tengo, se acaba de sentar debajo de una choza cubierta de enredaderas.
- Confirmo. Se acaba de sentar en ese lugar. Estoy seguro que es El Fantasma – dijo el cabo segundo.
Ramírez empezó a sacar fotos como si el rollo fuera infinito. De repente, vio como un hombre mucho mas grande se acercaba al mismo lugar y se sentaba en el banco enfrentado a El Fantasma. Los dos hombres parecían estar hablando.
- ¿Quién es ese? – preguntó Ramírez.
Yapura dejó su visor y tomó la libreta de fotos que le habían alcanzado de la sección inteligencia de la embajada. Recorrió todas las fotos y en la segunda pasada se detuvo en una foto.
- Es el jefe de la base. Coronel Abdul Demir – respondió Yapura.
- Voy a cambiar el rollo de la cámara, no los pierdas de vista.
El cabo principal cambió el rollo como si fuera el cargador de una Sterling. En segundos estaba listo a retomar su tarea, cuando el cabo segundo emitió una nueva alerta.
- Atento, el grandote se paró y está señalando para acá.
No puede ser que nos vea desde ahí. Además tenemos el sol de espalda.
El siguiente minuto fue eterno. No hubo alarmas, no salieron vehículos de la base ni hubo nada que sugiriera que los hubieran descubierto. De todas formas, Ramírez activó su instinto de supervivencia.
- Juntemos todo y vámonos de acá. Tenemos mas de treinta fotos de este tipo. Juntá toda la basura, salimos en diez minutos.
Residencia del Embajador Argentino en Chipre. 20 de enero de 1972 – 1430 Hs.
El Embajador había cedido el primer piso de su residencia para el establecimiento del Estado Mayor de las Fuerza de Tareas. Los oficiales navales estaban todos sentados alrededor de la mesa de reuniones. Los indicios eran claros. Una flota de entre diez y quince destructores estaban en camino a la flota argentina, compuesta de solo seis destructores.
- ¿Opciones?- dijo el almirante.
El jefe de operaciones de la FT sacó una carta náutica y señaló dos sectores, al oeste de la isla de Chipre. Todo indica que van a llegar desde el oeste. Estamos con todos los sistemas de adquisición radioeléctrica en funcionamiento. El E-2 no había volado tanto desde sus épocas de la US Navy.
El almirante miró para el lado de los aviadores.
- OK. Quiero a todos los aviones en condiciones de salir con media hora de preaviso. Ustedes van a ser el escalón que pegue primero. No podemos hacer mucho contra quince destructores, pero si nos reducen esos números a la mitad, nuestros artilleros van a poder hacerse cargo de la tarea.
Balker tomó la palabra por todo el GAE
- Considérelo hecho, sr almirante.
Los oficiales se pusieron de pie y en pequeños grupos empezaron a preparar sus propios planes.
La plataforma del aeropuerto de Nicosia parecía un hormiguero. Mas de 400 personas bajaron de los portaaviones para apoyar las acciones del GAEV desde este aeródromo abandonado.
Los mecánicos trabajaban en tapar los agujeros que la artillería antiaérea había taladrado en las alas y estabilizadores de las aeronaves. Los armeros apilaban bombas y misiles detrás de los aviones, para empezar la recarga en cuanto fuese ordenado.
Un grupo de pilotos se dirigía a la carpa de operaciones. Ceteu y Sepe estaban cruzando los informes recibidos y graficando la situación en las cartas. Los pilotos del Grupo estaban ansiosos por saber que seguía y los mas antiguos estaban en la carpa buscando respuestas. Ceteu se adelantó y empezó a explicar la situación táctica.
- Los turcos leales siguen progresando hacia el sur. Retomaron la capital y están recibiendo apoyo logístico desde el Mar Negro. Los americanos se las han arreglado para usar la frontera con Grecia para pasar ayuda militar. Me imagino que los griegos no deben estar muy contentos de ayudar a los turcos – Ceteu buscó su caramañola, tomó un sorbo largo de agua y siguió.
- Los turcos lanzaron estas dos grandes ofensivas que se ven en flechas azules e intentan cerrar el cerco desde los extremos. El problema de eso es que las fuerzas rebeldes se van concentrando en el sector central del país y eso es cerca nuestro, directamente al norte de donde estamos nosotros.
Sepe le alcanzó un mensaje a Ceteu y después de leerlo miró a Balker y se lo alcanzó.
- Entre 10 y 15 destructores bajo comandantes rebeldes lograron pasar por el Bósforo antes de que las fuerzas leales controlaran ese paso. Serían todos destructores tipo Fletcher.
Balker bajó el mensaje y le dijo a Ceteu.
- Buscá el jeep. Vamos a ver al almirante.
Sepe y Ceteu agarraron las cartas, los diarios de guerra y los mensajes y salieron a buscar al conductor.
Lugar desconocido. 20 de enero de 1972 - 1245 hs.
El hombre estaba parado, pero su cuerpo, atado de ambas muñecas al techo, no podía adoptar otra posición. No sabía cuanto tiempo llevaba parado. Dos luces muy potentes destellaban frente a él sin parar. El mareo, el cansancio, el hambre y la sed y la falta de sueño habían convertido al ingeniero en un despojo humano.
De repente las luces destellantes se apagaron. Las luces principales se prendieron y tres personas entraron. Para su cansada vista y su fatigado cerebro, las personas que se movían alrededor de él eran sombras nebulosas, no podía entender que le decían, ni siquiera entendía si le estaban hablando a él.
Las cuerdas se aflojaron y sintió como dos personas lo ayudaban a moverse. Sintió que su cuerpo se apoyaba sobre un banco o silla. No tenías respaldo. El alivio se sintió inmediatamente en sus piernas. Delante de él pudo ver una mesa. En esa mesa había un plato con una comida similar en color y textura a la polenta. Tomó un poco con las manos y se quemó los dedos. La mezcla estaba extremadamente caliente. El olor de la comida hizo despertar su apetito como animal salvaje. Sabía que la comida estaba caliente, pero empezó a tomar pequeños puñados y a llevárselos a la boca. A medida que bajaban por su garganta sentía el calor que le quemaba el esófago.
El ingeniero no sabía si reír, llorar, gritar o seguir comiendo. Eligió seguir comiendo. De algún lugar que no pudo distinguir, apareció un vaso con agua. No llegaba a ver bien, pero lo tomó y se lo llevó a la boca con desesperación. Definitivamente era agua, pero con gusto raro. Podía sentir la textura de partículas con la lengua.
El hombre pequeño ingresó en la sala y se quedó mirándolo unos momentos. El ingeniero, luego de las breves horas de esperanza que había tenido cuando el hombre le dijo que iba a ser liberado, cayó en un pozo emocional del que no lograba salir.
- Buenas tardes, señor Ríos. ¿cómo está usted? – dijo el hombre pequeño.
El ingeniero no sabía que responder todo su esfuerzo estaba en evitar quedarse dormido, pero una parte de su atención estaba dedicada a su dilema mas inmediato. ¿Qué responder? Si decía que estaba bien su situación podría mantenerse indefinidamente, si decía que estaba mal, corría riesgo de recibir el escarmiento de los guardias.
- Señor... - El ingeniero no recordaba si el hombre pequeño le había dicho su nombre – señor, no se porque estoy en este lugar. Mi familia, no sé nada de mi mujer y mi hija.
- ¿Cómo se llama su hija? – preguntó el hombre pequeño.
- Fernanda. Mi hija se llama Fernanda.
- Su hija está bien. No está en este mismo complejo. No traemos niños a lugares como este. No somos salvajes. ¿sabe?
- Si, si, por supuesto – El ingeniero se acomodó en el asiento – ¿Y mi esposa?.
- Su esposa está con su hija, pronto podrá verlas. Pero antes necesito saber cuál fue su participación en la bomba colocada en la represa.
El ingeniero respondió rápidamente, no quería dar la ilusión de tener que pensar mucho las respuestas.
- Nada señor. Yo no tuve nada que ver con ello – El guardia que estaba detrás del ingeniero golpeó la mesa con lo que parecía una caña, haciendo un ruido similar a un látigo. El ingeniero saltó en su silla, presa del miedo.
- Ingeniero. No he hecho mas que intentar averiguar cuál ha sido su participación en esto. Nosotros sabemos que esos explosivos estaban bajo su control. No puede negar su participación.
- Ya le dije que yo no tenía la llave del depósito de explosivos. Lo manejaba el capataz de turno.
- Tal vez otro día colgado refresque su memoria ingeniero, vendré a verlo nuevamente mañana, espero que esté mes... comunicativo.
De forma casi inmediata los dos guardias lo volvieron a colocar en la misma posición que antes. Las luces del lugar se apagaron y se encendieron las luces destellantes nuevamente. Los gritos del ingeniero dejaron de oírse cuando los guardias cerraron la pesada puerta de acceso.
El hombre pequeño siguió caminando a través de un largo pasillo, salió del edificio y caminó con tranquilidad hasta un banco situado bajo una glorieta cubierta por enredaderas. Un hombre que lo superaba en medio metro de estatura se aproximó y se sentó bajo la misma glorieta, en el banco opuesto.
- No estoy contento teniendo a este prisionero en mi base, Fatoush.
- El hombre está a punto de quebrarse, mañana o a mas tardar pasado mañana va a reconocer cualquier cosa que le digamos. Ya casi estamos al final de esto.
- ¡Los argentinos están destruyendo todo!. Ayer destruyeron completamente la base logística de Badrul Budur. Sus infantes de marina lograron extraer a todo el grupo de civiles con el que viajaban esta familia. Sus aviones están atacando a diestra y siniestra.
- Tranquilo, amigo. Este hombre va a darnos la salida política de todo este asunto.
El hombre grande se relajó sobre el asiento y contempló el panorama. Estuvo pensativo por unos momentos y volvió a preguntar.
- ¿No te cansas de esto? Guerra en el Líbano, guerra en Palestina, guerra en Siria. ¿Cuándo fue la última vez que dormiste tranquilo?
- Ya no sé vivir de otra forma, Abdul – respondió El Fantasma, con la mirada perdida en el horizonte.
Abdul se paró y señaló con el dedo a un sector de la ciudad sobre una colina cercana.
- Ahí es donde mi papá tenía una zapatería. Yo sueño con el día en que pueda volver a las cosas simples. Los zapatos son simples, la gente que viene a comprar zapatos solo quiere eso. Zapatos, nada mas.
Fatoush seguía mirando el horizonte, soltó un largo suspiro y miró a Abdul.
- ¿Zapatos dijiste?
Yenikoy, 20 de enero de 1972 - 1330 hs.
El CP Ramírez estaba observando desde el techo de un viejo comercio. El largo visor óptico le permitía distinguir los rasgos de un rostro a esa distancia. Llevaba dos horas cubriendo la base. Los informes declaraban que la familia argentina estaba en este lugar. Todavía no habían podido confirmarlo. A su lado estaba el CS Yapura, quien había terminado el curso de buzo táctico apenas cuatro meses antes.
- Pasáme la botella de agua- dijo Ramírez en perfecto inglés a Yapura.
- Acá está.
El cabo segundo tomó la posta con el visor mientras el cabo principal se retiraba un poco detrás para estirar las piernas y tomar un poco de agua. Se moría por un mate, pero eso lo delataría como extranjero. No podía darse el lujo. Por ahora.
Yapura enfocaba a cada grupo de personas que veía, pero tampoco tenía resultado.
- Esta es la parte que no te cuentan en el curso – dijo el cabo principal – horas y horas de observar un posible objetivo.
- Atento. Grupo de tres personas que salen del edificio blanco con techo a dos aguas. Puerta oeste – dijo Yapura.
Ramírez miró a ojo desnudo, ubicó el edificio y enfocó con la cámara de fotos, manipulando el teleobjetivo hasta lograr enfocar los rostros. Sacó dos fotos, por las dudas.
- Esos son soldados. No son los que buscamos.
Yapura volvió a buscar y Ramírez volvió a su botella de agua.
- ¿Cuánto lleva trabajando con el Capitán Precio? – preguntó el cabo segundo.
- Lo conozco desde que él era capitán de corbeta, es un tipo duro. Mejor tenerlo de amigo.
- ¿Es verdad todo lo que cuentan de él?.
- Depende quien lo cuente. Pero míralo así. Imagináte que sólo la mitad de lo que cuentan sea verdad.
El cabo segundo resopló sin dejar de mirar al objetivo. Tomó aire para hacer otra pregunta pero tuvo que cambiar su discurso.
- Atento, edificio gris de dos pisos del norte de la base. De la puerta sur acaba de salir un petiso, me parece que ese es.
Ramírez soltó todo lo que tenía y fue directo a la cámara de fotos. Se olvidó de ubicar antes el edificio y le costó un poco encontrar el objetivo que le habían marcado – lo tengo, se acaba de sentar debajo de una choza cubierta de enredaderas.
- Confirmo. Se acaba de sentar en ese lugar. Estoy seguro que es El Fantasma – dijo el cabo segundo.
Ramírez empezó a sacar fotos como si el rollo fuera infinito. De repente, vio como un hombre mucho mas grande se acercaba al mismo lugar y se sentaba en el banco enfrentado a El Fantasma. Los dos hombres parecían estar hablando.
- ¿Quién es ese? – preguntó Ramírez.
Yapura dejó su visor y tomó la libreta de fotos que le habían alcanzado de la sección inteligencia de la embajada. Recorrió todas las fotos y en la segunda pasada se detuvo en una foto.
- Es el jefe de la base. Coronel Abdul Demir – respondió Yapura.
- Voy a cambiar el rollo de la cámara, no los pierdas de vista.
El cabo principal cambió el rollo como si fuera el cargador de una Sterling. En segundos estaba listo a retomar su tarea, cuando el cabo segundo emitió una nueva alerta.
- Atento, el grandote se paró y está señalando para acá.
No puede ser que nos vea desde ahí. Además tenemos el sol de espalda.
El siguiente minuto fue eterno. No hubo alarmas, no salieron vehículos de la base ni hubo nada que sugiriera que los hubieran descubierto. De todas formas, Ramírez activó su instinto de supervivencia.
- Juntemos todo y vámonos de acá. Tenemos mas de treinta fotos de este tipo. Juntá toda la basura, salimos en diez minutos.
Residencia del Embajador Argentino en Chipre. 20 de enero de 1972 – 1430 Hs.
El Embajador había cedido el primer piso de su residencia para el establecimiento del Estado Mayor de las Fuerza de Tareas. Los oficiales navales estaban todos sentados alrededor de la mesa de reuniones. Los indicios eran claros. Una flota de entre diez y quince destructores estaban en camino a la flota argentina, compuesta de solo seis destructores.
- ¿Opciones?- dijo el almirante.
El jefe de operaciones de la FT sacó una carta náutica y señaló dos sectores, al oeste de la isla de Chipre. Todo indica que van a llegar desde el oeste. Estamos con todos los sistemas de adquisición radioeléctrica en funcionamiento. El E-2 no había volado tanto desde sus épocas de la US Navy.
El almirante miró para el lado de los aviadores.
- OK. Quiero a todos los aviones en condiciones de salir con media hora de preaviso. Ustedes van a ser el escalón que pegue primero. No podemos hacer mucho contra quince destructores, pero si nos reducen esos números a la mitad, nuestros artilleros van a poder hacerse cargo de la tarea.
Balker tomó la palabra por todo el GAE
- Considérelo hecho, sr almirante.
Los oficiales se pusieron de pie y en pequeños grupos empezaron a preparar sus propios planes.